Archivo mensual: febrero 2013

Educadores imprescindibles

Cada fin de semana, los árbitros se convierten en la pieza clave de la formación de los deportistas

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(El colegiado ata el cordón de la bota del jugador :: F. BLANCO)

Acostumbran a ser el malo de toda película que se precie. Ese del que todos hablan, generalmente mal, cada lunes acodados en una barra de bar mientras echan un ojo a la prensa deportiva. Es el primer error que todos en algún momento de nuestras vidas hemos cometido.

Son humanos y se equivocan, su criterio puede ser a veces discutible y, sobre todo, podemos no estar de acuerdo con esas decisiones que han terminado por perjudicar a nuestro equipo o que, incluso, ha podido costarnos una derrota. Sin embargo son imprescindibles.

En cualquier equipo puede faltar un día su jugador estrella y no pasar nada, sin embargo, si el que falta es el árbitro tenemos un problema.

Son fundamentales, la pieza clave para que nuestros deportistas más pequeños puedan disputar sus encuentros cada fin de semana. Y su labor va más allá del mero arbitraje. Son, junto a los entrenadores, educadores.

No solo arbitran y tratan de que el juego discurra sin altercados -no siempre lo consiguen, pero recordemos que son humanos, que pueden equivocarse- también explican a los niños el por qué de sus decisiones. Colocan a los jugadores de baloncesto en su posición para los tiros libres, explican a los más pequeños del balonmano que para tirar un penalti tienen que pisar la línea de 7 metros. Se convierten en doctores y son los primeros que levantan a los niños del suelo tras un choque o un resbalón inoportuno. Atan cordones, limpian lágrimas, explican las normas de juego y, además, arbitran.

En muchas ocasiones estos jueces tienen apenas unos años más que los jugadores. Solo en baloncesto son más de 200 árbitros, 65 han comenzado este año.

Su labor está clara, arbitrar, hacer cumplir unas normas (da igual el deporte del que hablemos) pero, y más a estas edades, su función más importante es la de educar. Los niños, como niños que son, se ven presionados por factores externos y, en ocasiones, llevan a cabo acciones reprochables. Es ahí donde la figura del árbitro se torna importante. Parar el juego y explicar los motivos por los que esa acción es ilegal. No se trata de no dejarlos jugar, sino de enseñarles a jugar de una manera correcta, con ellos mismo y con los rivales.

Son árbitros que también están en formación, que se enriquecen con cada partido que pitan, que crecen con los propios niños.

Seguramente la gran mayoría de estos árbitros no tengan mayor aspiración que la de pasárselo bien cada fin de semana, pero sin ellos sería imposible que la competición se pudiera disputar.

Se equivocan, sus decisiones se pueden discutir, pero a estas alturas de competición, todos deberíamos ser conscientes de su gran labor educativa.

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febrero 10, 2013 · 12:05 am

Tramposos e ignorantes

Estamos tan acostumbrados a que nos engañen y la ignorancia es tan atrevida que hay quien se permite el lujo de llamar tramposo a otro sin ningún tipo de complejo.

Hasta aquí podríamos decir que podemos concederle el beneficio de la duda a ambas partes, el ofendido y el ofensor. Pero cuando a quien se llama tramposo es a un equipo de niños (en el que la mayoría no supera los 8 años) la cosa cambia un poco.

Pongámonos en situación, cada fin de semana veo un buen puñado de partidos de baloncesto y balonmano de Juegos Escolares, la competición federada es un mundo aparte, aunque deduzco que los acusadores también se dejarán caer por esos partidos. Durante las nueve jornadas que llevamos de liga uno de los equipos de categoría benjamín está sufriendo que se les acuse de tramposos por jugar con «portero-jugador», algo que recoge el reglamento y que es perfectamente legal.

El problema reside en que de esta manera, cuando este equipo tiene que atacar, lo hace con uno más (y deja la portería libre con los riesgos que eso conlleva ya que el portero no puede volver a entrar en el área. Para volver a jugar con portero el que está sobre la cancha debe salir por el medio del campo y solo así puede entrar el otro portero, que pacientemente espera al lado de la portería).

Este equipo juega de esta manera por una razón muy simple: son 14 niños y así todos pueden jugar el mismo número de minutos. Aprovecharse de esta norma no les da ventaja, es más, han perdido algún partido por hacerlo, pero a su entrenador eso le da igual. Lo único que busca es que todos sus niños jueguen. Les diré más, cuando hay un penalti lo tira, siempre que está sobre la cancha, la niña más pequeña del equipo, que todavía no ha anotado ningún gol y por la que todo el equipo está pendiente para celebrar como corresponde cuando esto ocurra.

Este fin de semana este equipo empató, y cuando salieron del pabellón tuvieron que escuchar cómo los padres de sus rivales les acusaban de tramposos. Es muy fácil acusar a unos niños de ser tramposos, cuando lo único que hacen es aprovechar una norma para poder jugar todos.

Pero ya saben, la ignorancia es atrevida y estúpida.

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