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Educadores imprescindibles

Cada fin de semana, los árbitros se convierten en la pieza clave de la formación de los deportistas

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(El colegiado ata el cordón de la bota del jugador :: F. BLANCO)

Acostumbran a ser el malo de toda película que se precie. Ese del que todos hablan, generalmente mal, cada lunes acodados en una barra de bar mientras echan un ojo a la prensa deportiva. Es el primer error que todos en algún momento de nuestras vidas hemos cometido.

Son humanos y se equivocan, su criterio puede ser a veces discutible y, sobre todo, podemos no estar de acuerdo con esas decisiones que han terminado por perjudicar a nuestro equipo o que, incluso, ha podido costarnos una derrota. Sin embargo son imprescindibles.

En cualquier equipo puede faltar un día su jugador estrella y no pasar nada, sin embargo, si el que falta es el árbitro tenemos un problema.

Son fundamentales, la pieza clave para que nuestros deportistas más pequeños puedan disputar sus encuentros cada fin de semana. Y su labor va más allá del mero arbitraje. Son, junto a los entrenadores, educadores.

No solo arbitran y tratan de que el juego discurra sin altercados -no siempre lo consiguen, pero recordemos que son humanos, que pueden equivocarse- también explican a los niños el por qué de sus decisiones. Colocan a los jugadores de baloncesto en su posición para los tiros libres, explican a los más pequeños del balonmano que para tirar un penalti tienen que pisar la línea de 7 metros. Se convierten en doctores y son los primeros que levantan a los niños del suelo tras un choque o un resbalón inoportuno. Atan cordones, limpian lágrimas, explican las normas de juego y, además, arbitran.

En muchas ocasiones estos jueces tienen apenas unos años más que los jugadores. Solo en baloncesto son más de 200 árbitros, 65 han comenzado este año.

Su labor está clara, arbitrar, hacer cumplir unas normas (da igual el deporte del que hablemos) pero, y más a estas edades, su función más importante es la de educar. Los niños, como niños que son, se ven presionados por factores externos y, en ocasiones, llevan a cabo acciones reprochables. Es ahí donde la figura del árbitro se torna importante. Parar el juego y explicar los motivos por los que esa acción es ilegal. No se trata de no dejarlos jugar, sino de enseñarles a jugar de una manera correcta, con ellos mismo y con los rivales.

Son árbitros que también están en formación, que se enriquecen con cada partido que pitan, que crecen con los propios niños.

Seguramente la gran mayoría de estos árbitros no tengan mayor aspiración que la de pasárselo bien cada fin de semana, pero sin ellos sería imposible que la competición se pudiera disputar.

Se equivocan, sus decisiones se pueden discutir, pero a estas alturas de competición, todos deberíamos ser conscientes de su gran labor educativa.

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febrero 10, 2013 · 12:05 am